Cada año, el gobierno de EE. UU. otorga miles de millones de dólares en subsidios a la producción de plástico, agotando los recursos públicos y poniendo en riesgo nuestra salud. Estos subsidios, que incluyen exenciones fiscales, subvenciones y préstamos especiales, mantienen bajos los precios del plástico, fomentando la producción masiva y dificultando la reducción de la contaminación. Mientras tanto, las comunidades—especialmente las comunidades de color—soportan el costo del daño ambiental y sanitario causado por la fabricación de plásticos.
A nivel mundial, los 15 principales países productores de plástico reciben aproximadamente $30 mil millones en subsidios para el plástico cada año. Esta reducción artificial de precios permite a las empresas inundar el mercado con plástico barato, dificultando la transición a mejores soluciones como materiales reutilizables y alternativas biodegradables.
En EE.UU., desde 2012, casi $9 mil millones en subsidios fiscales han ayudado a expandir la fabricación de plástico. Alarmantemente, el 84% de estas instalaciones han violado los límites de contaminación, liberando productos químicos tóxicos en el aire y el agua. La contaminación de estas plantas perjudica la salud pública, afectando de manera desproporcionada a las comunidades de color que viven en las cercanías.
El dinero de los contribuyentes debería apoyar industrias que mejoren nuestras vidas, no aquellas que contaminan y ponen en peligro la salud. Sin embargo, las compañías de combustibles fósiles y petroquímicos reciben un enorme respaldo financiero, a pesar de violar repetidamente las leyes de contaminación. Por ejemplo, Indorama, una empresa de plásticos, recibió fondos públicos mientras prometía proteger el medio ambiente, solo para romper esas promesas con violaciones de contaminación y seguridad.
Históricamente, los subsidios a los combustibles fósiles comenzaron como una forma de impulsar la producción de petróleo y gas. Estos mismos subsidios ahora alimentan la producción de plástico, manteniendo los precios del plástico bajos y las ganancias altas. Al mismo tiempo, la industria de los combustibles fósiles utiliza su riqueza para presionar a favor de políticas que perpetúan este sistema. Desde 2011, las principales compañías petroleras han gastado más de $450 millones en cabildeo para que los subsidios sigan fluyendo.
La producción de plástico no es solo un problema ambiental, sino una crisis de salud. Los científicos han encontrado microplásticos en órganos humanos, agua potable e incluso en nuestro torrente sanguíneo. Las investigaciones muestran que los seres humanos ingieren hasta el equivalente a una tarjeta de crédito de plástico cada semana. A pesar de estos hechos alarmantes, la producción de plástico sigue en aumento.
En lugar de desperdiciar miles de millones en subsidios para el plástico, deberíamos invertir en soluciones reales. Eso significa financiar energía renovable, materiales reutilizables y compostables, y programas comunitarios que protejan la salud pública. Redirigir los subsidios lejos de los combustibles fósiles y los petroquímicos puede ayudar a equilibrar el campo de juego, permitiendo que mejores alternativas puedan competir.
La reforma de los subsidios es un paso fundamental hacia un futuro más limpio y saludable. Debemos exigir responsabilidad a los legisladores y demandar que dejen de utilizar dinero público para apoyar industrias que dañan nuestras comunidades y el medio ambiente.
El momento de actuar es ahora. Debemos impulsar políticas que pongan fin a los subsidios a los combustibles fósiles y al plástico, apoyen soluciones sostenibles y protejan a las comunidades vulnerables de la contaminación. Únete a nosotros para exigir un futuro más limpio y justo.
01/29/2025 – Escrito por el equipo de FalseSolutions.org