La reciente decisión del gobierno de EE.UU. de imponer nuevos aranceles sobre el aluminio y el acero se presenta como una medida para proteger la manufactura nacional y la seguridad del país. Sin embargo, como muchas políticas que no consideran las consecuencias no intencionadas, esta medida podría en realidad acelerar la producción de plástico, lo que sería un desastre ambiental en proceso. A medida que las empresas busquen evitar los mayores costos de los productos a base de metal, es probable que recurran al plástico como una alternativa más barata, reforzando así un sistema que prioriza las ganancias económicas a corto plazo sobre la sostenibilidad a largo plazo.
Cuando los aranceles aumentan el precio del aluminio y el acero, las empresas que dependen de estos materiales—como los fabricantes de alimentos y bebidas, las constructoras y la industria automotriz—tienen tres opciones: absorber el costo, trasladarlo a los consumidores o encontrar un material alternativo. El plástico, producido en gran parte a partir de petróleo y gas natural extraídos en EE.UU., se convierte en la opción más rentable.
Este cambio ya está ocurriendo en el sector del embalaje. Las latas de aluminio y los envases de acero para alimentos podrían volverse significativamente más caros, lo que llevaría a los fabricantes a aumentar la producción de botellas y envases de plástico. La industria de la construcción también podría depender aún más de materiales a base de plástico, como tuberías de PVC y paneles compuestos, para compensar los mayores costos de los componentes metálicos.
Si bien esto puede parecer una respuesta lógica desde una perspectiva empresarial, es una falsa solución que no aborda el problema más grande: el crecimiento descontrolado de la contaminación plástica.
Los plásticos provienen de combustibles fósiles, lo que significa que un aumento en su producción contribuye directamente al cambio climático. A diferencia del aluminio y el acero, que pueden reciclarse indefinidamente, los plásticos pierden calidad con cada reciclaje y, con frecuencia, terminan en vertederos, incineradores o en nuestros océanos. EE.UU. ya produce mucho más plástico del que recicla, y con el aumento en su consumo debido a estos aranceles, podemos esperar un impacto ambiental aún mayor.
Esta política ignora el hecho de que los plásticos conllevan sus propios costos ocultos: enormes desafíos en la gestión de residuos, exposición a químicos tóxicos y contaminación por microplásticos en el aire, el agua y los alimentos. Elegir plástico en lugar de metal no es una mejor solución, sino simplemente trasladar la carga a otra crisis ambiental.
En lugar de impulsar a las industrias hacia el plástico, los responsables de políticas deberían centrarse en soluciones reales que fomenten el uso sostenible de materiales. Aquí algunas alternativas:
Los nuevos aranceles sobre el aluminio y el acero pueden tener la intención de proteger la manufactura estadounidense, pero sin considerar su impacto total, corren el riesgo de agravar la crisis global del plástico. La prisa por sustituir el metal con plástico es una falsa solución que solo refuerza nuestra dependencia de los combustibles fósiles y acelera la contaminación. En lugar de aceptar este cambio sin cuestionarlo, los responsables de políticas y las empresas deberían trabajar en soluciones reales que prioricen la sostenibilidad, las economías circulares y la verdadera innovación.
No podemos darnos el lujo de intercambiar un problema ambiental por otro. Si realmente queremos un futuro sostenible, debemos exigir políticas que no solo se vean bien en el papel, sino que generen beneficios a largo plazo para las personas y el planeta.
02/11/2025 – Escrito por el equipo de FalseSolutions.org