Los recientes desarrollos en las políticas de exportación e infraestructura de gas natural licuado (GNL) han generado un intenso debate sobre sus implicaciones económicas, ambientales y sociales. Aunque los defensores del GNL argumentan que es un combustible de transición hacia las energías renovables, la creciente evidencia demuestra que su expansión pone en peligro los objetivos climáticos, la salud pública y la equidad energética global. Aquí te explicamos por qué el GNL es una falsa solución y por qué debe frenarse su crecimiento descontrolado.
La producción de GNL implica enfriar el gas natural hasta convertirlo en líquido para su transporte, un proceso que requiere una enorme cantidad de energía. Los críticos suelen señalar tres problemas principales:
El GNL se promociona como una alternativa más limpia al carbón, pero esta afirmación no resiste el escrutinio. Estudios revelan que las fugas de metano durante la extracción, el procesamiento y el transporte hacen que el GNL sea tan contaminante, o incluso peor, que el carbón. El metano, un gas de efecto invernadero 80 veces más potente que el dióxido de carbono en un periodo de 20 años, socava cualquier supuesto beneficio climático del GNL.
El informe de diciembre de 2024 de la administración Biden advirtió que la expansión de las exportaciones de GNL aumentaría los precios del gas natural doméstico en más del 30% para 2050, lo que añadiría más de $100 anuales a las facturas de energía de los hogares. El aumento de costos afecta desproporcionadamente a las familias de bajos ingresos, agravando la desigualdad energética.
Los terminales de exportación de GNL, los gasoductos y la infraestructura asociada tienen una vida útil que supera los 20 años. Su construcción perpetúa la dependencia de los combustibles fósiles en un momento en que las transiciones rápidas hacia las energías renovables son fundamentales para cumplir con el objetivo climático de 1.5°C del Acuerdo de París.
Los terminales de GNL emiten contaminantes peligrosos como óxidos de nitrógeno y material particulado, que provocan enfermedades respiratorias, problemas cardíacos e incluso muertes prematuras. Un reciente análisis de Greenpeace y Sierra Club reveló que los terminales de GNL en operación son responsables de 60 muertes prematuras anuales en los EE. UU., cifra que podría aumentar a 149 si se concretan los proyectos planificados. Las comunidades marginadas—predominantemente negras, hispanas y de bajos ingresos—soportan la mayor parte de estos impactos.
La prisa por construir infraestructura de GNL a menudo deja atrás a las poblaciones vulnerables. Por ejemplo:
Cuando los precios del GNL aumentan, las naciones en desarrollo enfrentan dificultades para costear la energía. La suspensión de las importaciones de GNL en Bangladés en 2023 provocó apagones generalizados, destacando la volatilidad de depender de esta fuente de energía.
A pesar de las vastas reservas de gas, el 92% de la inversión en proyectos de GNL en África se destina a exportaciones hacia naciones más ricas, dejando a 600 millones de africanos sin acceso a electricidad. Esto perpetúa la pobreza energética y la inestabilidad económica.
La infraestructura de GNL representa amenazas significativas para la biodiversidad. Por ejemplo:
Los terminales propuestos en Filipinas amenazan el Pasaje de la Isla Verde, que alberga la mayor biodiversidad marina del mundo. La contaminación y las actividades de construcción ya han degradado la calidad del agua y reducido las poblaciones de peces.
Las fugas de metano y los procesos de licuefacción que consumen grandes cantidades de energía contribuyen a enormes emisiones de gases de efecto invernadero, lo que hace que el GNL sea incompatible con la transición global hacia las energías limpias.
La pausa de la administración Biden en enero de 2024 sobre nuevos permisos de exportación de GNL marcó un paso crucial para reevaluar sus impactos ambientales y económicos. El informe del Departamento de Energía (DOE) de diciembre de 2024 fortaleció los argumentos contra la expansión descontrolada del GNL al destacar su papel en el aumento de los costos de energía doméstica y en la exacerbación del cambio climático. Sin embargo, el presidente electo Donald Trump ha prometido revertir estas restricciones, priorizando la “dominación energética” sobre las preocupaciones ambientales y de salud pública.
El GNL no es el futuro de la energía. Es un desvío costoso que retrasa la inevitable transición hacia las energías renovables. Juntos, podemos abogar por políticas que prioricen la energía limpia, la salud pública y la justicia climática.
01/11/2025 – This article has been written by the FalseSolutions.Org team